28 de enero de 2008

VI. La Visión de Cristo (2)

Tú no deseas el mundo. Lo único de valor en él son aquellos aspectos que contemplas con amor.
Eso le confiere la única realidad que jamás tendrá.
Su valía no reside en sí mismo, pero la tuya se encuentra en ti.

De la misma forma en que tu propia estima procede de extenderte a ti mismo, de igual modo la percepción de tu propia estima procede de extender pensamientos amorosos hacia el exterior.

Haz que el mundo real sea real para ti, pues el mundo real es el regalo del Espíritu Santo, y, por lo tanto te pertenece.

La corrección es para todos aquellos que no pueden ver.
La misión del Espíritu Santo es abrirle los ojos a los ciegos, pues Él sabe que no han perdido su visión, sino que simplemente duermen.

El los despertara del sueño del olvido y los llevará al recuerdo de Dios.
Los ojos de Cristo están abiertos, y el contemplará con amor todo lo que veas si aceptas Su visión como tuya.

C:12:3,4.

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