11 de febrero de 2008

Mandala



Definición del mandala

En sánscrito, mandala significa círculo, en especial círculo mágico, pero en sentido más amplio representa medios auxiliares de concentración y de meditación construidos a partir de círculos y de formas derivadas del círculo, como flores o ruedas, en el ámbito indo-budista y también en el Tibet lamaísta.

Tales estructuras son generalmente dibujadas y pintadas, pero también se emplean arquitectónicamente como planos en la construcción de templos.

En sentido propio son reproducciones espirituales del orden del mundo, a menudo combinadas con elementos derivados del cuadrado.
La dirección hacia un centro tiende hacia la concentración y la meditación. En el centro del mandala, según la doctrina y el grado de iniciación, se encuentran diversos símbolos.


Como ayudas para la meditación, estas imágenes de mandalas se designan con el nombre sánscrito de yantras.
Se emplean en técnicas de visualización en las que, después de contemplar largamente un mandala y memorizar sus intrincadas figuras, se cierran los ojos y se trata de representarlo internamente con todos sus detalles.
Cada cierto tiempo se abren los ojos y se compara con el original.
Una vez que el practicante adquiere mayor pericia, se complica la técnica haciendo desaparecer en la imagen mental cada uno de sus componentes, en un orden riguroso hasta quedar en un absoluto blanco.
Después se empieza a poblar ese espacio mental - en el mismo orden de la desaparición - hasta reconstruir el mandala en su totalidad.


No debe pensarse que la representación plástica del mandala sea propia sólo de los budistas.
Ellos solamente han elaborado con mayor precisión una intuición antiquísima de origen asirio-babilónico.
Es ante todo un cosmograma, una proyección geométrica del universo entero en su esquema esencial, en su proceso de emanación y reabsorción (los días y noches de Brahma).

El mismo principio regula la construcción de los templos, cada templo es un mandala.
El ingreso al templo no es solamente a un lugar consagrado, sino que es la entrada al mysterium magnus.
Quien cumpla el rito de circunvalación según las reglas prescritas, recorre el mecanismo secreto del mundo, hasta transfigurarse junto al sanctum sanctorum, ya que al alcanzar el centro místico del edificio sagrado se identifica con la unidad primordial.


El mandala es el paradigma de la evolución y la involución cósmica en su retorno al centro del universo; pero simboliza también el refluir de la experiencia de la psiquis en busca de la unidad de consciencia para descubrir el principio ideal de las cosas.
No es solamente un cosmograma sino también un psicograma, el esquema de la desintegración del uno en lo múltiple y la reintegración de lo múltiple en el uno, en la consciencia absoluta, entera y luminosa, que tendría que brillar en lo profundo de nuestro ser.

El hombre tiene en el centro de sí mismo el principio recóndito de su propia vida, la esencia misteriosa, el punto luminoso de consciencia del que irradian las facultades psíquicas.
Él tiene la vaga intuición de esa luz que podría brillar dentro de sí, expandiéndose y propagándose hacia planos espirituales.


Cuando el pintor de la India o del Tíbet dibuja un mandala, no obedece a un arbitrio de la fantasía: sigue una tradición precisa que le enseña a representar de una manera especial el drama mismo de su alma.
No pinta las imágenes de un ícono, sino que vuelca los fantasmas de su yo profundo y así los conoce, y de ese modo se libera.

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