12 de marzo de 2008

Siete Sermones a los Muertos

SERMON IV

Los muertos llenaron el espacio de quejas y dijeron:

Háblanos de los Dioses y Diablos, réprobo.

Dios Sol es el supremo bien, el Diablo lo contrario, así pues tenéis dos dioses.
Sin embargo, hay muchos bienes elevados y muchos males graves, y bajo ello hay dos dios-diablo: uno es lo ARDIENTE y el otro lo CRECIENTE.
Lo Ardiente es el Eros en la forma de llama.
Alumbra al consumirse.
Lo Creciente es el ÁRBOL DE LA VIDA, reverdece al acumular materia viva.
El Eros llamea y muere por ello; el Árbol de la vida, por el contrario, crece lenta y constantemente a través de los tiempos incalculables.

Bien y mal se unen en la llama.
Bien y mal se unen en el crecimiento del árbol.
Vida y amor se enfrentan en su divinidad.
Incalculable, como es el ejército de estrellas, es el número de dioses y diablos.

Cada estrella es un dios y cada espacio que llena una estrella es un diablo. Pero el lleno-vacío del todo es el Pleroma.
La acción del todo es Abraxas, sólo lo irreal se contrapone a él.

Cuatro es el número de los dioses principales, pues cuatro es el número de las medidas del mundo.
Uno es el principio, el Dios Sol.
Dios es el Eros, pues unifica a dos y se extiende iluminante.
Tres es el Árbol de la vida, pues llena el espacio con cuerpos.
Cuatro es el Diablo, pues abre todo lo cerrado; disuelve todo lo configurado y corporal; es el destructor en el que todo deviene nada.

Feliz yo, ha quien es dado conocer la pluralidad y diversidad de los dioses. Desgraciados vosotros, que sustituís esta indestructible pluralidad por un Dios.
De este modo origináis el tormento de la no-comprensión y la mutilación de la Creatur, cuya esencia y es diferenciación.
¿En qué sois fieles a vuestra esencia, a queréis convertir al mucho en uno?
Lo que hacéis con los dioses os sucede también a vosotros.

Todos os volvéis iguales y vuestra esencia se mutila.
Por la voluntad del Hombre impera igualdad y no por la voluntad de Dios, pues las de los dioses son muchas; en cambio, las de los hombres son pocas.
Los dioses son poderosos y soportan su diversidad, pues, como las estrellas, están aislados y a una inmensa distancia entre sí.

Los hombres son débiles y no soportan su diversidad, pues habitan casi juntos y necesitan la comunidad para poder soportar su carácter peculiar. Para la salvación os enseño lo inadmisible por causa de lo cual soy condenado.
La pluralidad de dioses corresponde a la pluralidad de hombres. Innumerables dioses aguardan devenir hombres.
Innumerables dioses han llegado a ser hombres.
El Hombre participa de la esencia de la diosa, proviene de los dioses y va a Dios.
Del mismo modo que no resulta posible meditar sobre el Pleroma, tampoco es posible adorar a la multiplicidad de los dioses.
Siquiera es posible adorar al primer Dios, la Plenitud activa y el summum bonum.

Nosotros no podemos hacer nada para ello ni tomar nada de ello, pues el vacío activo lo traga todo en sí.
Los dioses diáfanos forman el mundo del cielo, éste es plurifacético y se extiende y amplía infinitamente.
Su señor supremo es el Dios Sol.
Los dioses oscuros forman el mundo de la tierra.
Son simples y se empequeñecen y disminuyen infinitamente.
Su señor supremo es el Diablo, el espíritu de la luna, el satélite de la tierra, más pequeño y más frío que la tierra.
No existe diferencia alguna entre el poder de los dioses del cielo y de la tierra.
Los del cielo engrandecen, los de la tierra empequeñecen.
Incalculable es la dirección de ambos.


Escritas por Basílides de Alejandría.


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