5. No es un sueño amar a tu hermano como a ti mismo, ni tu relación santa es tampoco un sueño. Lo único que aún le queda del mundo de los sueños es que todavía es una relación especial. Mas le es muy útil al Espíritu Santo, Quien tiene una función especial aquí. Tu relación se convertirá en el sueño feliz a través del cual Él podrá derramar Su alegría sobre miles y miles de personas que creen que el amor es miedo y no felicidad. Deja que Él lleve a cabo la función que Él le asignó a tu relación al aceptarla en tu nombre, y no habrá nada que no contribuya a ella para que se convierta en lo que Él quiere que sea.
6. Cuando sientas que la santidad de tu relación se ve amenazada por algo, detente de inmediato y, a pesar del temor que puedas sentir, ofrécele al Espíritu Santo tu consentimiento para que Él cambie ese instante por el instante santo que preferirías tener. Él jamás dejará de complacer tu ruego. Pero no te olvides de que tu relación es una unidad, y, por lo tanto, es inevitable que cualquier cosa que suponga una amenaza para la paz de uno sea asimismo una amenaza para la paz del otro.
El poder de haberos unido a su bendición reside en el hecho de que ahora es imposible que tú o tu hermano podáis experimentar miedo por separado, o intentar lidiar con él por vuestra cuenta. Jamás pienses que eso es necesario o incluso posible. Pero de la misma manera en que es imposible, es imposible también que el instante santo le llegue a uno de vosotros y no al otro. Y os llegará a ambos a petición de cualquiera de los dos.
7. Él que esté más cuerdo de los dos en el momento en que se perciba la amenaza, debe recordar cuan profundo es su endeudamiento con el otro y cuánta gratitud le debe, y alegrarse de poder pagar esa deuda brindando felicidad a ambos.
Que recuerde esto y diga:
Deseo que este sea un instante santo para mí, a fin de compartirlo con mi hermano, al que amo.
Es imposible que se me pueda conceder a mí sin él, o a él sin mí.
Pero nos es totalmente posible compartirlo ahora.
Elijo, por lo tanto, ofrecerle este instante al Espíritu Santo, para que Su Bendición pueda descender sobre nosotros y mantenernos a los dos en paz.
Extraido del libro "Un Curso de Milagros"
C: 18; V: 5, 6, 7
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